¿Por qué no me curo?



En la actualidad, y ya desde hace un tiempo, hay en la sociedad una preocupación creciente por la salud, y se tiene cada vez más en cuenta temas como dietas idóneas que me puedan ayudar a gozar de un buen estado físico y anímico, a pesar de que haya diferentes tendencias para ello (dieta paleolítica, alcalina, energética, vegetariana... con sus correspondientes alegatos defensivos). Asimismo se defienden conceptos como alcalinizar el cuerpo, con el fin de disfrutar de una buena salud que te permita vivir los años que te correspondan de la mejor manera posible, y evitar problemas como el cáncer y otro tipo de contratiempos tan típicos de nuestros días. Yo, particularmente, estoy totalmente de acuerdo con estas tendencias, o más bien con lo que pretenden. El cuerpo físico nos acompaña toda la vida y es imprescindible tratarlo bien y darle todos los cuidados que sean necesarios (buena alimentación, descanso apropiado, ejercicio saludable...) pero, según mi experiencia, no es suficiente y creo que habría que matizar ciertas cosas. De ahí la razón para escribir estas líneas.

 

Según los parámetros de salud estándar aceptados, se estima que un PH en torno a un 7,3 décima arriba, décima abajo, sería lo adecuado para las personas. Y todo lo que se salga de este rango, ya sea en una u otra dirección, acabaría produciendo problemas (de ahí que no haya que abusar tampoco de la alcalinidad).

 

Pues bien, dicho esto os voy a contar lo que me he ido encontrando cuando abordo ciertos problemas que sufren algunos pacientes. Hace un tiempo que trabajo con campos magnéticos aplicados a la salud. La terapia es baratísima, inocua y bastante efectiva. Además, evitas medicarte y, por lo tanto, envenenar tu cuerpo con sustancias que lo único que hacen es camuflar los síntomas de una enfermedad, y que además tienen efectos secundarios. Pongo un ejemplo: si tengo una caries, puedo tomarme un analgésico para el dolor que enmascarará los síntomas, pero en cuanto se vaya el efecto el dolor volverá, ya que no hemos ido a la raíz del problema, que es la caries. Además de que mi hígado tendrá que trabajar extra para metabolizar el medicamento. Esta acción de ir a eliminar los síntomas pero no abordar la raíz es algo que considero que se da muchísimo en nuestra sociedad. Es una huida fácil. Sin embargo, a mí no me gusta, ya que creo que camuflar un problema para no verlo no es una solución efectiva.

 

En el trabajo con campos magnéticos que desarrollo utilizo el Par biomagnético del doctor Goiz. Esta terapia defiende que en los desajustes del PH el cuerpo crea una zona acidificada, donde las cargas positivas (+) predominan y facilitan un entorno en el que proliferan virus y hongos y, en consecuencia, se crea otra zona compensatoria con cargas negativas (-), donde proliferan bacterias y parásitos. Estos desajustes del PH no implican que una persona esté enferma. Puede estarlo o no, pero en caso de no haber enfermado aún, tiene todas las papeletas para hacerlo ya que se crea el microclima idóneo para ello. Con la colocación de imanes en las zonas desequilibradas de PH lo que se consigue es una atracción o repulsión de sangre y el reequilibrio de cargas magnéticas, que comporta la readecuación del PH en esas zonas concretas, con lo que los microorganismos dejan de tener el caldo de cultivo para proliferar y la enfermedad, con ello, no tiene cabida en un cuerpo equilibrado energéticamente.

 

Pero a la hora de aplicar los imanes en las zonas concretas del cuerpo con tal de restablecer la homeostasis me he ido encontrando con que, en ocasiones, los resultados se ven rápidamente y de manera muy satisfactoria, y la mejoría de la persona es notable. Sin embargo, en otras ocasiones la mejoría que se produce no es completa o, si lo es, hay recidivas en un tiempo no muy largo. Esto me llevó a pensar que en estos últimos casos debía de haber algo más que estimulara a la enfermedad y provocara que reapareciera.

 

Con el tiempo descubrí qué es lo que ocurría. Cuando utilizas, por ejemplo, el biomagnetismo, los imanes estabilizan energéticamente el cuerpo (en ocasiones se da alguna crisis curativa, pero que dura horas) y le devuelven su capacidad para recobrar la salud. La cuestión aquí es que si el problema raíz que causa la enfermedad o desequilibrio del PH sigue activo, por mucho que estabilicemos el cuerpo, poco a poco se volverá a minar la fortaleza de éste y se desestabilizará de nuevo. En este aspecto, mi esfuerzo se centró en detectar cuál era el problema raíz que hacía en estos casos que el cuerpo volviera a recaer en la enfermedad. Y la razón que descubrí fue de carácter emocional.

 

Explico mejor esto. A lo largo de este tiempo me he ido dando cuenta de que el cerebro crea simbolismos para que las personas aprendan de las situaciones de su vida. A estos simbolismos nosotros les llamamos enfermedades (hay que incidir en que NO TODA ENFERMEDAD TIENE CAUSA EMOCIONAL). Pongo aquí algunos ejemplos: si deseas parar el tiempo por la razón que sea puedes acabar contrayendo un hipotiroidismo, si quieres acelerarlo puede que sea un hipertiroidismo. Si hay alguien que invade tu territorio puede que contraigas una infección de orina, si no expresas tu ira puede salirte un eccema o un orzuelo. Si dices algo que llevabas mucho tiempo callando igual se te inflama la garganta… Ejemplos hay mil y son muy específicos de cómo cada persona entiende la vida, pero todos ellos son simbolismos que te pone tu cerebro para decirte que no estás actuando tal cual deberías, que tienes algo que aprender de esa situación y que te estás negando a hacerlo. El Dr. Hamer ya habló de esto en los años 70, definiendo un triángulo en el que una situación no resuelta satisfactoriamente creaba un conflicto emocional que producía una afección en una zona concreta del cerebro, que a su vez afectaba a un órgano o estructura determinada del cuerpo. Como digo, este trinomio emoción – cerebro – órgano / estructura es producida por una situación conflictiva de la cual tenemos que aprender. Cuando lo hagamos, posiblemente ya no tendrá un sentido biológico mantener la enfermedad (siempre que no se haya pasado un punto de no retorno, donde ya no habrá vuelta atrás o donde no se recuperará la persona del todo).

Un ejemplo de enfermedad producida por un conflicto emocional podría ser el de una persona a la que su pareja humilla, pero aún así continúa con ella porque se siente muy poca cosa para gustar a nadie más, para plantarle cara o para vivir sola, y acaba sufriendo un dolor de rodilla incapacitante.

 

Cuando descubrí esto, me di cuenta de que cuando una persona recae en una enfermedad, o cuando una medicación no termina de curarle, la razón está en que no hemos atacado la raíz del problema, y que hay algo que no ha aprendido de una situación concreta de la vida. Habría que abordar qué conflicto emocional es el que le produce este relé que retroalimenta la enfermedad, porque hasta que no lo elimine no mejorará. Y si a la larga mejora con medicación sin haber aprendido de la situación, su cuerpo se manifestará de otra manera, seguramente más violenta, ya que el cerebro no mide las consecuencias de sus actos, sólo sabe que hay algo que debes aprender y que, para que lo hagas, él hará lo que sea necesario. Si tienes que contraer un cáncer, pues un cáncer será el precio que tendrás que pagar por no haber tomado nota de ir en contra de ti mismo. Las reglas las pone él.

 

Puede haber otras razones para contraer una enfermedad, ya sean estructurales o químicas / nutricionales, pero en la inmensa mayoría de los casos que me he encontrado suelen ser más bien descompensaciones energéticas (creadas por la mala adaptación a los cambios de tiempo, mala alimentación, estrés...) o simbolismos que crea el cerebro ante un conflicto emocional.

 

Es por eso que no creo que las dietas, la ingesta de medicamentos, o la utilización de terapias energéticas (de las cuales tengo una magnífica opinión) siempre aporten una solución definitiva a todo. Ayudar... ayudan, por descontado. Pero muchas veces nos encontramos con que hay algo más, y nos toca abordar problemas emocionales que desatan ciertas enfermedades, y que mientras no los abordas, por mucho que intentes poner soluciones de otra índole, siempre te quedas corto, porque como digo, no atacas la raíz. No obstante, en mi opinión pueden ayudar, y mucho, terapias como la acupuntura o el biomagnetismo, o una buena dieta, y cuando tu cuerpo tiene descompensado el PH por la razón que sea (exceso de actividad física, alcoholismo, mala alimentación, estrés…) son una estupenda manera de recuperar la homeostasis. Pero una vez tu cuerpo ha recuperado su nivel óptimo de PH, si vemos recidivas deberíamos pensar en que la verdadera razón de que la enfermedad persista puede estar en que mi cerebro la ha creado para que yo aprenda algo de la vida y todavía no lo he hecho.