Mi visión de la enfermedad


LA MENTE EGOICA

El ser humano quiere curarse a toda costa de cualquier enfermedad que pueda acuciarle y vivir lo máximo posible. Y aunque es cierto que debiéramos estar menos preocupados por cuándo nos vamos a morir que por disfrutar más y en las mejores condiciones de los años que tenemos por delante en vida, el miedo a que todo se acabe y a que nuestra existencia desaparezca, es algo que a todos afecta y que no nos permite desprendernos de las mochilas con las que cargamos y, en consecuencia, disfrutar de la vida. Aquí es donde nace la mente egoica, de esa necesidad de ser algo distinto al TODO, que debe perdurar para siempre sin comprender que en realidad eres parte del TODO y que ya eres atemporal. En este aspecto, en la Edad Media se daba forma a esta idea del egocentrismo pensando que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Hoy en día, hemos sobrepasado con creces este punto y pensamos que el Universo entero gira a nuestro alrededor. ¡Nos vamos superando!

LA ENFERMEDAD COMO “FALLO” DEL CUERPO

En cualquier caso, no estoy nada de acuerdo, como en muchos casos se defiende, que una enfermedad sea un fallo del cuerpo. Creo que el cuerpo es un ente tremendamente complejo, sofisticado y sabio que lo único que hace es adaptarse a las condiciones de vida que le imponemos. Y detrás de esta necesidad de “imponer” que tenemos está el ego del que hablo, que no acepta que no somos nosotros los que fijamos las normas, sino un Universo que es algo infinitamente mayor a nosotros.

Nuestro ego  se empeña en creer que somos algo demasiado especial para estar supeditados a nada. Según mi punto de vista, sólo aquel que respeta y acepta “lo que es” (parte misma de la naturaleza), no enferma, hasta que se acaba su ciclo vital y muere. Explico mejor esto:

Cuando hablo aquí de aceptar y respetar la naturaleza (las propias leyes del Universo), me refiero no sólo a ir en consonancia con las estaciones y con lo que ellas piden a tu cuerpo, que es lo que de más cerca nos toca (veamos a las plantas con su circulación y producción de savia, o a los animales hibernando), tampoco me refiero sólo a respetar tus propios ciclos y biorritmos, y acompañar y respetar a tu cuerpo tanto cuando siente la necesidad de actividad como cuando necesita reposo. Aquí, más bien, nosotros hacemos lo contrario, y nos empeñamos en seguir trabajando y esforzándonos cuando nuestro cuerpo nos pide parar, y nos asombramos luego porque cogemos una gripe. Me refiero, además de a lo dicho hasta ahora, a que tus creencias, condicionadas por tu ego, te hagan ir en contra de tus propias necesidades, haciéndote pensar que eres un ente aparte de todo lo que te rodea. Cuando entiendes que tú estás en TODO y TODO está en ti, aceptas las reglas del juego y te das cuenta de lo inútil que es seguir peleando. Ésta, precisamente, la pelea interna por no rendirte ante lo obvio y disfrutar de lo que te ha tocado vivir, tratando de imponer tu visión, es una de las causas más comunes por las que se suelen desatar las enfermedades.

Puedes estar preguntándote en este momento “¿Y qué tengo que hacer, dejar de ser yo mismo?”. Si te estás preguntando esto es porque ahora mismo no estás siendo tú mismo, sino tus creencias.

El dolor (o la enfermedad) no es más que la resistencia que ejerces al cambio, a la aceptación de que las cosas son como tienen que ser.

UN PEQUEÑO EJEMPLO… ENTRE UN MAR DE ELLOS

Si una persona que, por la razón que sea, ha percibido que nada de lo que ha hecho en la vida ha sido valorado por su familia (aunque no sea así realmente, aquí es cuestión de percepciones personales, no de realidades), puede tener un mensaje grabado a fuego en su inconsciente: “Yo no valgo”. Y de repente la vida, que es muy cabrona y siempre te trae de nuevo tus traumas para ver si de una vez aprendes de ellos, te presenta una situación donde tu pareja, a quien has elegido consecuentemente a la información que tienes grabada, te hace sentir que, efectivamente “tú no vales”, y te reitera lo que tu inconsciente ya sabía, dándote la oportunidad de aprender de la situación y empezar a valorarte más de lo que lo has hecho hasta ahora. Pero tú no lo haces, y sigues pensando inconscientemente (realmente no te das cuenta de ello) que tú te mereces a alguien que no te valore, porque es de lo que te queda por aprender en la vida… Pues bien, pongamos el caso de que esta persona, que es tu marido (por ejemplo) notas que empieza a ensalzar a una amiga común diciéndote que deberías actuar más como ella, y menos como lo haces tú, activando en ti los celos como un resorte.

En este momento es cuando tu cerebro puede (o no) actuar, y hacer que somatices un conflicto de que están invadiendo tu territorio, y probablemente desarrolles (o no) una infección de orina (piensa cómo marcan los animales el territorio). Esto depende de cómo cada cual interpreta la situación, no se puede generalizar, ya que cada cual es cada cual. Pero sirva a modo de ejemplo. Aquí, el cuerpo no ha fallado, eso muy rara vez pasa, lo que ha hecho es crear un simbolismo para que tú te des cuenta de que están invadiendo tu territorio y reacciones. El cerebro no mide las consecuencias de sus actos, y puede generar desde un constipado hasta un cáncer. Todo depende de las veces que hayas ignorado las señales, de tu sensibilidad, de tus mecanismos de compensación (de los que enseguida hablaremos)…

Si por ejemplo a la pareja de esta mujer que cree que “ella no vale”,  de repente le sale un trabajo y tiene que irse al extranjero durante un tiempo y debe partir en breve, la mujer que “no vale” puede intentar detener o enlentecer el tiempo inconscientemente, creando un hipotiroidismo (el hipotiroidismo enlentece el metabolismo del cuerpo). Otro simbolismo más que nos podemos encontrar. En fin… hay miles, o millones más bien, uno por cada persona de este mundo, aunque las consecuencias de estas interpretaciones que damos sean muy comunes a todos.

En el ejemplo que hemos puesto, hay una solución a todos estos “males” que la mujer acaba padeciendo, y es valorarse a sí misma. En cuanto lo haga, no podrá seguir con una pareja que no la respete, y consecuentemente no tendrá que generar ninguna enfermedad para mantenerla a su lado. Del cómo aprender a valorarse a sí misma luego hablamos.

LOS MECANISMOS DE COMPENSACIÓN

Cuanto más nos empeñemos en que las cosas sean como nosotros queremos que sean y menos aceptemos cómo son en realidad, más nos separaremos de nuestra línea de vida ideal, y más lucha interna se generará en nosotros, creando la necesidad a nuestro cerebro de darnos toques de atención mediante la enfermedad. Sin embargo, hay gente en nuestro día a día, que aunque están cargados de conflictos no suelen enfermar demasiado, o no más que otros. Serían personas con un mayor grado de tolerancia ante la somatización de los conflictos. Esto tiene que ver con los mecanismos de compensación.

Esta gente tiene la habilidad de apaciguar el desasosiego que les crean estas luchas internas mediante estos mecanismos de compensación. Estos mecanismos son variadísimos: hacer deporte, fumar, beber, leer, tener tics, morderse las uñas, ir al cine, utilizar la violencia, el sexo… pero si tienes la suerte de saber emplearlos para crear una vía de escape a tus tensiones internas te verás beneficiado, descargando esta tensión y retrasando la aparición de cualquier problema. Aunque al final no suelan ser suficiente y acabe manifestándose la enfermedad.

Hay otra gente en quienes los conflictos se quedan dentro, como encarcelados en su alma sin brindarles la posibilidad de poder mitigar la angustia que les producen de ninguna forma. Es gente muy sensible, que no sabe beneficiarse de estos mecanismos de compensación y se convierten en una olla a presión. Se cargan de conflictos que no saben gestionar y de los que no saben salir, y por lo tanto se saturan antes, alcanzando el nivel de somatización en menos tiempo y, en consecuencia, enfermando.


Hay que decir que estos mecanismos de compensación son defensas que utilizamos las personas, además de para tener una válvula de escape, para no conectar con nuestra realidad, porque nuestra realidad duele. Nos han enseñado a desconectar de ella desde que éramos pequeños, a no ser nosotros mismos para pasar a ser entes aceptados por nuestra familia, por nuestros amigos, por los profesores y compañeros… por la sociedad en general. ¡Hay que encajar a toda costa!

Cuanto más duro de afrontar sea el conflicto en cuestión, más nos costará darnos cuenta de que nuestro ego es el que lleva las riendas en nuestra vida, y más actuaremos por supervivencia, defendiéndonos de todo lo que nos rodea y sin importarnos las consecuencias de nuestros actos. De aquí podemos deducir que una persona irresponsable de su vida es una persona totalmente desconectada de su realidad, de las reglas del juego y, en consecuencia, de la naturaleza, del Universo. Tratará de dar siempre más valor a lo que su ego le marca como válido que a lo que percibe del ambiente. Tal vez sea por esta razón que caminar entre la naturaleza y conectar con ella, parando tus pensamientos y limitándote a sentirla, nos recuerda cuál es nuestra esencia, y cuáles son las PERFECTAS reglas del juego, y el miedo se esfuma mínimamente ante esta inmensidad, al menos durante un tiempo, hasta que haya un relé que lo reactive (como volver a casa y ver a mi pareja que hace que yo sienta que “no valgo”).

LO HEREDADO, LO ADQUIRIDO Y LO CREADO… Y LA EPIGENÉTICA

Sí, pero… ¿por qué a veces nos encontramos con enfermedades heredadas ante las que no podemos hacer nada?  Pues porque la personalidad, en la que se ubica el ego, está compuesta por lo heredado, por lo adquirido/aprendido y por mis creencias. Y si lo adquirido y lo creado durante mi vida refuerzan lo heredado, es lógico que esta enfermedad que te es transferida por tu sistema familiar se acabe manifestando. Sólo tendrás la oportunidad de librarte de ella cuando en dicho aprendizaje se imponga una nueva visión del mundo más acorde a tu persona que la que te ha sido transmitida por los genes, consiguiendo que tu fenotipo (la expresión física del genotipo) quede libre de este conflicto.

Nos preparan desde el vientre materno para asumir determinados roles en nuestra familia, sin consultarnos nada y sin dejarnos ser nosotros mismos… No son los genes los que dictan cómo deben actuar nuestras células. Los genes son meros constructores de lo que les manda el verdadero cerebro de la célula, que es la membrana, quien a través de las proteínas integrales de membrana, capta el entorno y reacciona en consecuencia tapando o destapando secuencias genéticas determinadas que luego desatan enfermedades. Por lo tanto, al final es el ambiente el que condiciona las manifestaciones que acabaremos realizando en nuestra vida. Y el ambiente puede incluir desde la cantidad de azúcar en sangre que capta la célula, a consecuencia de una prominente comida, hasta la liberación de ciertas hormonas a consecuencia de una discusión que has tenido con tu hermano por una herencia… O, en el caso de la influencia de los sistemas familiares de los que hablamos que, por ejemplo, una rigidez e intransigencia transmitida en la forma de actuar de una familia puede acabar trayendo al mundo una vida que, a la larga, acabe somatizando físicamente esta condición en forma de discapacidad o atributo limitante (como una fibromialgia, que le va a hacer rígido). Al final, los más sensibles son los que pagan los platos rotos de la familia (los egos familiares).

VALE… Y ¿CÓMO PUEDO LIBRARME ENTONCES  DE MI EGO?

Como vemos, el ego acaba estando detrás de casi todo. Es verdad que un cambio de tiempo puede hacer que se resientan mis defensas y coja un resfriado, pero quizá mi no aceptación de que ahora toca ponerse una chaqueta y refugiarme del frío, acaba minando la resistencia de mi cuerpo y provocándome ese resfriado.

Sólo podremos reconectar con nuestra esencia y aceptar la vida tal y como es, y por lo tanto dejar de luchar contra ella (librarme de mi ego), si reconectamos con nosotros mismos y abandonamos nuestras creencias. Porque la vida es perfecta tal cual es, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero no, nosotros, con nuestra mente egoica, y sumergidos en un planeta que contiene a 7400 millones de personas más, en el que habitan millones y millones de  especies con billones de seres vivos además de nosotros en perfecta sincronía, y que orbita alrededor de un sistema solar que es un ínfimo grano de arena en nuestra galaxia, la cual es otra minúscula muestra entre los cientos de millones de galaxias más que hay en el ÚNICO universo que nosotros conocemos, y donde todo está armonizado y es perfecto, como tiene que ser… nos empeñamos en decir que no, que todo está mal y que aquí algo falla. Que la vida tiene que ser como nosotros queremos que sea… Y luego nos preguntamos por qué nuestro cerebro tiene, el pobre, que crear simbolismos a modo de enfermedades para que nosotros aprendamos a vivir aceptando las cosas tal y como son. No es de recibo quejarnos por enfermar.

El primer paso para conseguir ser tú mismo y no tus creencias (impuestas por tu ego), es reconectar con tu realidad. Y para eso debe aflorar lo que está en tu inconsciente a tu consciente (en tu inconsciente está toda la información, en tu consciente sólo un 5%). Cuando lo haga verás tu verdadero yo, observarás el personaje que has creado para poder sobrevivir ante las exigencias de la sociedad y te darás cuenta de que ya no tiene sentido mantenerlo. Poco a poco te abrirás a reconocer que tú eres parte del TODO, que no es tu cometido cambiar las cosas, sino disfrutar de lo que la vida te ha dado y ser feliz con ello. Esa es tu misión de vida, ser feliz. En esto, el método DEEP te puede ayudar, ya que es una estupenda manera de poder mirar cara a cara a tus conflictos inconscientes y hacerlos conscientes, dándote la oportunidad de aprender de ellos lo que nunca tuviste la oportunidad de aprender, porque no tenías las herramientas para hacerlo. Es el primer y más importante paso para encontrar lo que tanto has ansiado siempre: estar en paz. Ya no cabrá el “yo no valgo”, eso es imposible. Sólo cabe la paz con uno mismo y la aceptación de lo que “ES”. Y, créeme, donde hay paz no cabe la enfermedad. No es necesaria biológicamente.