La neutralidad y mi evolución personal

Hay personas en este mundo que, afortunadamente, consiguen darse cuenta de las limitaciones que tienen en la vida y quieren hacer algo para eliminarlas, y de esta manera, poder alcanzar su máximo potencial. Otras, simplemente se encuentran mal y desean deshacerse de ese dolor que no les deja vivir en paz. También las hay que sienten que no están mal, pero que podrían estar mejor...


Da igual cuál sea el caso, pero si deciden dar un paso adelante e intentar mejorar su situación, lo más común es que acudan a profesionales que les ayuden en el proceso: psicólogos, especialistas en coaching, entrenadores personales, médicos, terapeutas... Su objetivo es quitarse de encima el lastre que les incomoda, les pesa y les impide sacar su mejor versión.

Pongamos que tengan éxito al abordar el problema y que consigan llegar a la raíz que les genera la limitación, pongamos que consiguen acceder a la causa que les impide ser felices o alcanzar su mejor versión, tanto personal como laboralmente, o en cualquier otro ámbito de la vida. Normalmente aquí es donde se pondría un programa de ejercicios o de directrices para subsanar definitivamente el problema que cada uno tenga:


  • Quien tenga compañías tóxicas poder liberarse de ellas.

  • Quien tenga conflicto de desvalorización personal que emprenda acciones para aprender a valorarse más.

  • Quien sea muy estricto y cuadriculado que pueda aprender a relativizar su postura en el contexto de su vida.

  • Etc...



En fin, que cada cual tiene un camino que seguir para poder estar bien y sacar lo mejor de sí mismo.

El problema suele venir aquí, ya que aunque consigamos gestionar emocionalmente el hecho o hechos que me han afectado y me han limitado en la vida: aquellos que me han impedido ser feliz, que me han impedido alcanzar mis metas profesionales, que me han impedido tener éxito en las relaciones sociales..., muchas veces no solemos contextualitzar la situación en el “todo” que es nuestra vida, y sobredimensionamos el problema, teniendo en cuenta solo nuestra pequeña visión del mundo.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que le damos a las cosas más importancia de la que tienen y convertimos nuestra versión en la única realidad posible. Esta falta de relativización es la que nos produce que veamos nuestra propia afección ante una situación como la única realidad, y no como algo parcial, que se produjo en un momento determinado, bajo unas condiciones y circunstancias concretas, y en presencia (o no) de otras personas que también tendrían su propia realidad y su propia versión de los hechos y vivían las cosas de una manera determinada, condicionada por todo lo que les haya ido pasando a lo largo de sus vidas.

Por lo tanto, el problema en realidad lo percibo de una manera inadecuada. Lo identifico como una totalidad que engloba únicamente mi punto de vista, carente de empatía con el resto de factores que lo provocan.


La vida es un cambio constante al que tenemos que adaptarnos. No podemos ser rígidos e inamovibles en nuestra percepción.


Esto, en el día a día, me impide estar abierto en la vida y percibir la totalidad de las circunstancias que se presentan cuando vivo una situación que me afecta. Mi primera reacción será ver sólo mi punto de vista, dejando de atender el resto de condicionantes que componen la situación, quedándome sin una información valiosísima que me ayudaría a ver el suceso con otros ojos, desde otra persepectiva más justa, amplia, completa y en definitiva, real; que me enriquecería mucho más, permitiéndome aprender de la situación e ir mejorando mi percepción del mundo y del papel que ocupo en él.

Si me quedo únicamente con mi versión de los hechos, no va a haber aprendizaje, y el resultado será que no evolucionaré como persona, porque no puedo readaptar mi personalidad a la realidad.

A esta capacidad de ver más allá de mí mismo, se le llama neutralidad. La neutralidad es la base que condiciona la velocidad de asimilación de una persona ante los problemas que le acucian. Y le permitirá realizar este aprendizaje que comentamos en las situaciones que se le presenten en la vida con una mayor celeridad, adaptando su personalidad a la nueva realidad, para así poder sacar lo mejor que lleva dentro.

No hay nada como tener una mente abierta para evolucionar en la vida.


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Ahora bien, también hay que decir que la capacidad de abrirse a un cambio puede estar condicionada por la profundidad que tengan los conflictos liberados, y esto tiene una raíz fisiológica en cuanto a la estabilidad de las conexiones neuronales afectadas. Las conexiones que fomenten comportamientos tóxicos tienen que ir deshaciéndose poco a poco al liberar el conflicto y formarse unas nuevas conexiones que no sean dañinas para mi parte emocional. Cuanto más asentados estén determinados comportamientos, más costará deshacer estas uniones de neuronas para sustituirlas por otras.

En la práctica, los conflictos liberados que sean menos importantes te permitirán sabotearte a ti mismo y mantener tu forma de vida “no evolucionada”  sin que ésta sufra demasiados altibajos, al menos a corto plazo. Esto es debido a que no has alcanzado un punto de saturación tal que no te permita seguir con tus esquemas de funcionamiento y tu concepto de lo que deben ser las cosas. Eso sí, a la larga te pasará factura.

 Ahora bien, cuando el conflicto liberado es importante y toca tus cimientos, sólo puedes cambiar, ya que compruebas que no tiene sentido lo que has vivido hasta ese momento y necesitas buscar una nueva dirección que te haga acercarte más a tu realidad. Y esto te condiciona a estar más abierto a lo que te depare la vida. Míralo como un cambio a mejor, aunque genere miedo al principio. Con el tiempo irás encontrando tu sitio y todo volverá a funcionar como debería.