La conexión es el lenguaje universal

Todos necesitamos utilizar un determinado lenguaje para comunicarnos, expresar nuestras necesidades y relacionarnos con el mundo. Las plantas cuentan con colores o también emiten sustancias que son captadas por los animales, o incluso por otras plantas, para poder realizar su cometido, bien sea para generar una defensa concreta, por ejemplo ante una plaga o una agresión externa, o para poder diseminar su polen y fecundar otras plantas. Los animales tienen su sistema de sonidos, como ladridos, gruñidos, maullidos, balidos… sus gestos de supremacía o sumisión, su postura corporal indicadora de sus intenciones… Los seres humanos hemos desarrollado diferentes lenguas en función del territorio donde nos hayamos criado, que nos permiten comunicarnos de manera más fluida con las personas de nuestro mismo entorno o con los de otros entornos pero de lengua común.  Asimismo hemos podido desarrollar un lenguaje de signos para las personas que no pueden hablar u oír, incluso otro para las personas que no pueden ver. Y también somos capaces de comunicarnos mediante un lenguaje no verbal, del que se ha dicho que supone hasta el 95% de la información que se trasmite en una conversación, y que ha sido utilizado por artes como el teatro o el cine de manera magistral para hacernos disfrutar de verdaderas maravillas. También hemos sido capaces de desarrollar a lo largo de la historia lenguajes cifrados, como el del código Morse, que permite encriptar información. O el informático de ceros y unos. Incluso se habla de un lenguaje universal que es capaz de codificar todo, o casi todo, lo que hay en el Universo, que son las Matemáticas.




Pero hay un lenguaje por encima de todos ellos. Un lenguaje que no es exclusivo de plantas, de animales ni de seres humanos. Es un lenguaje que sólo se puede aprender comenzando a practicarlo con uno mismo y, cuando esto se da, se abre la posibilidad de utilizarlo con otras personas, animales, lugares, o plantas… Ese lenguaje es la conexión, y tiene la maravillosa propiedad de que cuanto más lo ejercitas más lo aprendes, y la profundidad del mensaje que se quiere transmitir o captar se incrementa de manera exponencial. Esto es así hasta el punto de que no hacen falta ni palabras ni gestos para saber lo que transmite el otro ser con el que has establecido la comunicación, y por mucho que intentaras explicar el mensaje que quieres trasladar o captar, no habría suficientes palabras en este mundo para poder definirlo con tanta fidelidad y exactitud como el que consigue el lenguaje de la conexión.


En el lenguaje de la conexión no sólo está escrito el mensaje que se quiere transmitir, sino el contexto en el que se produce, todos los agentes que influyen y toda la historia previa del emisor y del receptor del mensaje. Y esto es algo único que ningún otro lenguaje posee.

El sujeto que quiera aprender a hablarlo no tiene que leer ningún libro, asistir a ninguna clase concreta ni apuntarse a ningún curso. No le hace falta más que escucharse a sí mismo, pero no con las orejas, esto no va por ahí… Tiene que empezar a darse cuenta de sus sensaciones ante las cosas que le pasan a diario. Por ejemplo, cuando tu padre te dice que “es que no se puede confiar en ti” ¿dónde sientes el bocado?... ¿en la boca del estómago?... ¿en el pecho?... ¿en la garganta?... Y, ¿es realmente un bocado o es más bien como un quemazón? ¿O tal vez como un puño que te aprieta?... Una vez tengas práctica en identificar este tipo de sensaciones se te da el Grado Elemental en Conexión, que sería como el primer nivel, y que te capacita para darte cuenta de que “¡Upps! Hay algo en mí que no va bien”.


En el segundo nivel de este poderoso lenguaje podremos ser capaces de asociar esta sensación a una emoción concreta (hay gente que le es convalidado el primer nivel por sus experiencias personales y puede pasar a este segundo directamente). Por ejemplo, detrás de esa quemazón en el estómago, si dejo que se exprese en su plenitud y no trato de pararla ni esquivarla, logro que me conecte con una emoción que podría definir como rabia. Y esa rabia que siento me conecta con situaciones o imágenes concretas que van viniendo a mí como por arte de magia. Situaciones de mi vida donde mi padre me ha dicho que “no se puede confiar en mí” y eso me hace darme cuenta de que la rabia es contra mi padre ante esas situaciones concretas repetidas una y otra vez en el tiempo. Hasta aquí el nivel dos, que es al que suele llegar la gente más avispada.

En el nivel tres, el tema se complica. Y lo hace porque son necesarias una gran cantidad de humildad, flexibilidad mental y auto responsabilidad, como dice Jaume Campos. En este nivel, el hijo ya no viviría la rabia como tal, sino que iría más allá de la simple emoción y se daría cuenta de que ese botón que activa el resorte de la rabia (la frase de su padre), se alimenta del sentimiento de “yo no valgo”, “yo no significo nada” que es lo que siempre le ha hecho ver su padre, o al menos así lo ha interpretado el hijo con su código. Un padre que, con la intención de hacer lo mejor para su hijo ha intentado que éste interprete la vida igual que él para que todo le vaya estupendo, y que ha conseguido con esta acción anular la forma de ser del niño desde que era pequeño y, éste, el niño, que ahora es un hombre, lleva ese mensaje grabado a fuego en su inconsciente: “yo no valgo”, “no puedo ser quien soy, porque mi padre (que es una gran referencia para mí) me ha dicho que eso está mal” y por lo tanto “tengo que ser quien quiere mi padre que sea y no quien verdaderamente soy”. Esto, crea una confrontación entre quien soy yo realmente en el fondo y quien me ha tocado ser para encajar en mi familia. En este momento, la persona que está en este tercer nivel del curso de Conexión, se da cuenta de su realidad, que no es otra que el haber desoído a su niño interior durante toda su vida para intentar encajar en lo que su padre interpretó como “lo correcto”, generando un sentimiento de profunda desvalorización de sí mismo, y que es este sentimiento el que genera la emoción de rabia, y a su vez, es esta emoción de rabia la que está detrás del quemazón del estómago que se produce cuando el padre dice “no se puede confiar en ti”.


Una vez aquí, el hijo puede consolar al niño interior abandonado, que siempre tuvo que estar sometido a la voluntad del padre y darle lo que nunca tuvo: entendimiento, cariño, respeto, valorización… cada cual lo que su niño necesite. Aquí se despierta a una nueva realidad donde tu consciente y tu inconsciente están en equilibrio, lo que se traduce en armonía en tu vida.

Si hemos sido capaces de conseguir llegar y superar este tercer nivel se nos considera “Expertos en conexión”, y se nos regalan módulos complementarios formativos muy interesantes. Estos módulos consisten en darte la capacidad de, al saber conectar contigo mismo y con la realidad que se escondía detrás de tu creencia, se te habilita para conectar con otras personas y ver dentro de ellas también su realidad. Hay que tener cuidado con este módulo, porque al principio apabulla y no se sabe utilizar muy bien. Es como cuando te sacas el carné de conducir, que hasta que no afianzas bien el manejo del coche, las señales, semáforos, peatones, otros coches… no se puede decir que sepas realmente conducir, pero con el tiempo se aprende.


Además, también se te va ofreciendo otro módulo extra que te permite conectar con los animales (véase a César Millán conectar con los perros) , con las plantas, con los lugares en los que estás…  pero este módulo  ya se da durante el doctorado, y no todo el mundo llega. Eso sí, el que lo hace, tiene la suerte de no necesitar más que su sensibilidad para comunicarse con el mundo y obtener de él una respuesta que “ES REAL” y que no es interpretada. Hay que tener también aquí precaución con los alumnos que se quieren matricular directamente en este módulo sin haber pasado por los anteriores ya que esta casa, igual que las demás, tampoco se puede empezar por el tejado. Necesita de construir primero unos buenos cimientos, una estructura y poco a poco ya llegará lo demás... Si no corre peligro de derrumbarse.